La Habana, ciudad fuente del pasado lucida con edificios pintorescos de los 1800s los cuales se vislumbran decaídos por la falta de mantenimiento a raíz de una pobre economía. El camino por los callejones de La Habana Vieja resalta una melancolía intensa en donde el extranjero a simple vista puede apreciar el deterioro de la imponente arquitectura española y a su vez admirar la creatividad utilizada en la reparación mecánica de los autos Ford, Chevrolet y Mercury de los 1950s.
A pesar de la mala fachada y de la pobreza divulgada con ferocidad en cada rincón, la sonrisa y amabilidad del Habanero hacen que lo material no tome tanto peso. El habanero se puede describir como un ‘joseador’, siempre buscando el peso en la calle para asegurarse de poner el plato de comida en la casa. Digo esto no con miras a menospreciar su labor sino con admiración. A falta de recursos básicos, el habanero siempre anda contento y con ganas de trabajar para el extranjero.
Nunca me había sentido tan seguro en un país latinoamericano como me sentí hoy en La Habana. Es sorprendente lo mucho que el Cubano quiere al Boricua. En cada esquina nos alababan, y siempre están dispuestos a darnos la mano. A gritos se escucha Marc Anthony, Daddy Yankee, Nicky Jam y nos consideran como la isla de los grandes cantantes. El regguetón está regao’ por todas partes, y la salsa nunca hace falta.
Hoy caminamos unas 11 millas y los pies están listos para un descanso, hasta mañana!