Capítulo 3: Brincando el Charco

Son las cinco y media de la tarde en San Francisco, California y el viento se avecina.  Esta ciudad norteamericana es conocida por sus atardeceres cubiertos por neblina y fuertes ráfagas de viento. Este fue el lugar al cual el destino llevó a Joaco al graduarse como ingeniero de la Universidad de Ingeniería del Caribe. Unas doce horas antes Joaco estaba sentado en el avión de salida de su isla donde contemplaba sus pasados años en el país que le regaló una carrera profesional. Sentía el revolú de emociones al saber que su próximo capítulo se escribiría en un lugar ajeno, foráneo. Un lugar donde el lenguaje era diferente y la cultura de su isla solo existiría dentro de él.

“¿Joaco?”, le pregunta un desconocido pero con pinta de un Torres. “Ese es mi nombre, sí.”, le contesta. “¡Primo! Soy yo, Pedro, primo de tu abuelo Berto. Vine a recogerte ya que tu padre me llamó para darte alojo. Ven, dame una de las cuatro maletas y vamos pa’ casa a darnos unas cervecitas.”, comenta Pedro. “Vamo’ alla.”, dice con voz de entusiasmo Joaco. Ya Joaco conocía de Pedro porque su papá le había comentado de un primo lejano que, en la década de los setenta, emigró a California para encontrarse con sus otros diez hermanos qué brincaron el charco años antes.

De camino a casa de Pedro, Joaco admiraba la ciudad de los “Full Houses”. Aquella vista desde el puente llamado ‘Bay Bridge’ sería la primera de cientos de viajes para cruzar la bahía de un lao’ a otro. “Gracias por recogerme Don Pedro”, dice Joaco al llegar a la mansión de Pedro. “Lo de Don me lo quitas porque todavía queda leña pa’ quemar. Y de nada primo, aquí para servirte.”, responde Pedro. Es algo muy común en la isla que cualquier conexión familiar te convierte en el primo de alguien. Quiera o no, ya Joaco era parte de la familia de Pedro.

“¿Tomas ginebra?”, pregunta Pedro. “¿Ginebra? ¿Qué es eso?”, responde Joaco. “Que tu no sabes que es ginebra, ay dios mío, siéntate en el sillón que yo te lo llevo.” Y así comenzó una relación única entre Don Pedro y Joaco, una relación que rendirá frutos sin forzarlos. 

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